miércoles, 9 de julio de 2014

DIAGRAMAS




HABITOS ALIMENTARIOS EN EL ADULTO MAYOR Y SU RELACIÓN CON LOS PROTECTORES Y DETERIORANTES EN SALUD



LOS HÁBITOS ALIMENTARIOS EN EL ADULTO MAYOR Y SU RELACIÓN CON LOS PROCESOS PROTECTORES Y DETERIORANTES EN SALUD

Dichos cambios que el adulto mayor experimenta, pueden ser modificados por los patrones de alimentación y el estado nutricional. Se ha conocido como los hábitos alimentarios inadecuados se convierten en un factor de riesgo importante de morbilidad y mortalidad, contribuyendo a una mayor predisposición a infecciones y a enfermedades crónicas asociadas con el envejecimiento lo que disminuye la calidad de vida de éste colectivo humano . Algunos cambios del envejecimiento que inciden en la alimentación y en el estado nutricional del adulto mayor son (3,4,5):

• Factores físicos como problemas de masticación, salivación y deglución, discapacidad y minusvalía, deterioro sensorial, hipofunción digestiva.

• Factores fisiológicos como disminución del metabolismo basal, trastornos del metabolismo de hidratos de carbono de absorción rápida, cambios en la composición corporal, interacciones fármacos - nutrientes, menor actividad física, soledad, depresión, aislamiento y anorexia.

• Factores psicosociales: pobreza, limitación de recursos, inadecuados hábitos alimentarios.

Estos aspectos contribuyen a la fragilización del individuo, entendida esta como una condición que se encuentra con frecuencia y genera una morbilidad y mortalidad importante. La alimentación, el estado nutricional y la actividad física que realiza cada individuo influyen en la evolución de la fragilización, la malnutrición por lo tanto puede ser el origen o la consecuencia de la misma. Los marcadores predictivos de fragilidad son los criterios médicos, funcionales y sociodemográficos.

Para unos, el término de fragilidad lo marca la coexistencia de determinados procesos clínicos, para otros la dependencia en las actividades de la vida diaria y para otros la necesidad de cuidados institucionales, el concepto de fragilidad entendido de modo independiente a la incapacidad es un concepto multifactorial. El anciano frágil tiene aumentado el riesgo de incapacidad y muerte ante mínimos factores estresantes externos, deteriorantes del estado de salud. 

El estado de salud física y mental de las personas mayores depende en gran parte de la forma de alimentarse en la infancia y la edad adulta. En la calidad de vida y longevidad influyen los hábitos de alimentación y otros factores de tipo psico-social que determinan la seguridad alimentaria y nutricional de este grupo de población como la soledad, la falta de recursos económicos, la baja disponibilidad de alimentos, la anorexia, las enfermedades crónicas entre otras, las cuales determinan el consumo de alimentos y el estado nutricional. Además de los cambios físicos, la persona que envejece se enfrenta a cambios sociales que de manera directa o indirecta contribuyen al proceso de fragilización.  Anteriormente la sociedad veía el adulto mayor con respeto, actualmente se han creado una serie de mitos alrededor de la vejez que la asocian con enfermedad, inutilidad y debilidad. Este punto de vista moderno hace que el adulto mayor asuma este estereotipo legitimado por la sociedad. Si bien la vejez genera limitaciones a los sujetos, también genera potenciales únicos y distintivos como la serenidad de juicio, experiencia, madurez vital, perspectiva de la historia personal y social.

Con el propósito de aportar a la comprensión de los aspectos mencionados anteriormente y de identificar procesos protectores y deteriorantes en salud, en este estudio se indagaron diferentes aspectos relacionados con la alimentación de este grupo de población.

 



LA FRAGILIDAD: UN RETO A LA ATENCIÓN GERIÁTRICA EN LA APS


LA FRAGILIDAD: UN RETO A LA ATENCIÓN GERIÁTRICA EN LA APS 










La fragilidad, para algunos, constituye un auténtico síndrome clínico-metabólico que conduce a una situación de declive progresivo y a la muerte. La patogenia del síndrome es modulada por factores genéticos (apolipoproteína E4, déficit de hormona de crecimiento, máxima edad genética, etc.) y ambientales (malnutrición, déficit de actividad física, comorbilidad, etc.), los que se constituyen en marcadores diagnósticos del síndrome. Algunas intervenciones sobre estos factores patogénicos, especialmente la actividad física, pueden revertir o retrasar la aparición de la fragilidad. La fragilidad se revela como un concepto útil para el clínico y para el epidemiólogo, pues la identificación precoz de los ancianos frágiles permite seleccionar un grupo de ellos que se beneficiarán de una evaluación funcional adecuada, así como tomar a tiempo medidas que intenten evitar el declive progresivo del individuo y la muerte.

 
Algunas estadísticas reflejan que entre el 10 y el 20 % de los individuos mayores de 60 años pueden considerarse frágiles, y este porcentaje alcanza a más del 50 % en el grupo poblacional mayor de 85 años: "los viejos más viejos" ("oldest old"). Estos pacientes frágiles son los mayores consumidores de recursos sanitarios, empleando hasta el 50 % del tiempo de los médicos y un 62 % del gasto farmacológico.

En la Carpeta Metodológica del MINSAP de la República de Cuba se recoge la denominación de anciano frágil, y al referirse a él se plantea: "Personas que por condiciones biológicas, sicológicas, sociales y funcionales están en riesgo de desarrollar un estado de necesidad". En el "Diagnóstico de la Situación de Salud Geriátrica", del año 2002, en nuestra área encontramos que el 29 % de los ancianos tienen esta condición ("Diagnóstico de la Situación de Salud Geriátrica". Policlínico "Ana Betancourt". Miramar, Playa. 2002). Esta y otras razones constituyen las motivaciones que nos impulsaron a trabajar en esta dirección con la población geriátrica de una circunscripción que atiende nuestro policlínico, trazándonos el objetivo de determinar su prevalencia y caracterización.

ASPECTOS BIOPSICOSOCIALES QUE INCIDEN EN LA SALUD DEL ADULTO MAYOR




ASPECTOS BIOPSICOSOCIALES QUE INCIDEN EN LA SALUD DEL ADULTO MAYOR

La salud se manifiesta como una interacción múltiple, y debe definirse como la calidad de la existencia del hombre, determinada por su relación armónica con el medio social-natural que le corresponde; lógicamente la enajenación en la sociedad es inversamente proporcional a la calidad de dicha existencia. Según el modelo propuesto por Pérez Lowello, existen tres niveles en la determinación social de la salud que son: el nivel macrosocial, el nivel grupal y el individual.

El primer nivel denominado macrosocial es donde se establece relación entre la formación económico- social como un todo, y el estado de salud de la población en general, ya sea del mundo, una región, o un país determinado.

La relación de la sociedad con la naturaleza en su etapa actual, es una muestra evidente de cuán enajenada se halla la primera en los marcos de un orden económico- mundial que impone el capitalismo transnacionalizado. La influencia de la ecología en la salud es diversa, y el hombre no puede pretender elevar la calidad de su existencia, si no tiene en cuenta su relación con la naturaleza.

Las diferencias que existen entre los distintos países en cuanto al acceso a los servicios de salud y educación, provocan grandes desbalances en los niveles de desarrollo de la cultura de la salud, y la manipulación de las necesidades de salud de la población, se da con abundancia marcada cuando se persiguen fines económicos con los servicios, a partir de los seguros médicos o con los medicamentos.

El nivel grupal se da entre el modo y las condiciones de vida de determinado grupo, y el estado de salud de ese grupo ya sea clase, grupo profesional, familiar, etc.

El tercer nivel de determinación de la salud, el individual; se trata de la relación entre el estilo de vida individual, las condiciones individuales de vida, y el estado de salud.